Flotar es el objetivo último, la obsesión, el equilibrio. Flotar es todo lo que anhelas cuando subes y bajas una y otra vez los catorce malditos peldaños de la escalera metálica que se apoya en la popa del Sargantana. Catorce peldaños para bajar al baño, para subir equipajes y bolsas del súper, de día o de noche, en el viento y el frío inesperado de un abril que los locales no cesan de maldecir: “Είναι χειμώνας πάλι!” ¡Otra vez invierno!
Catorce peldaños multiplicados por diez días de trabajo. Esa es la ecuación de la cuenta atrás para conseguir flotar de nuevo en Livaditis, en una isla de Evia que nos recibe con aguanieve en la carretera después de las consabidas treinta horas de avión, taxis y autobuses.
Xaris, el capo del varadero, nos saluda embutido en un chaquetón de camuflaje, con capucha y braga. Le bastaría un fusil para pasar perfectamente por un comando ucraniano en una trinchera del Dombás. Hoy no tiene programadas maniobras de entrada o de salida, quién en su sano juicio estaría en el agua en un día de perros como hoy.
Y el trabajo comienza. Sin descanso. Sin prisioneros. Hay mucho que hacer en esta cuenta atrás. Hay que instalar más paneles solares, un microondas nuevo, reparar los desconchones y arañazos en el casco que arrastramos desde nuestro incidente del otoño pasado. Hay que comprar e instalar una cadena nueva para el ancla, lijar la hélice, montar amortiguadores en los tambuchos. Tenemos que arreglar los problemas pendientes del motor. Como cada año…
Pero sobre todo hay que limpiar. Limpiar y recolocar todo en el interior. Montar la cabullería, revisar la jarcia, sacar las velas estibadas en sus sacos. Limpiar a fondo la arena y la sal que han dejado en el casco los temporales de un invierno duro, el más duro que recuerda Lefteris, nuestro mecánico de confianza.
Lefteris es ya cercano, como un médico de cabecera de los de antes, al que siempre recurrías, al que saludabas con un abrazo. El amigo que te hace siempre un hueco, aunque este maldito invierno haya descabalado su plan de trabajo y ahora lleguemos todos los clientes al mismo tiempo, como de costumbre con prisas y obsesionados por flotar. Un tipo entrañable, simpático como casi todos los griegos, competente como pocos. Nos dedica una mañana entera y nos deja listos para el combate.
Pasan los días en jornadas de trabajo interminable. El tiempo mejora y nuestro ánimo también. Luce un sol tibio y las noches son ya menos gélidas. Llegan nuestros amigos del Grand Cru.
La cuenta atrás continúa. Diez días, nueve, ocho… Y, como cada año, llega por fin el gran momento. Un Jueves Santo brumoso y sin viento en el que un Sargantana irreconocible, limpio y reparado, sube al remolque naranja desde el que Xaris y su padre, con su habitual maniobra de precisión, lo dejan deslizar suavemente hasta el agua. El Sargantana flota. Y nosotros flotamos con él.
Γεια σου πάλι, Ελλάδα. Hola de nuevo, Grecia.
Buen viaje!
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarGreat pics an commentary to start the season.....Paul and Wendy xxoo
ResponderEliminarWendy, Paul, hope to see you around soon!! Keep safe. Lucía
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